Mi historia
Las mujeres de nuestra familia cultivan nuestra tierra desde hace tres generaciones. Mi abuela, la señora Rosa Egger, agricultora en Lana, compró en los años 60, en el municipio de Ciardes, una superficie continua de casi 4 hectáreas de frutales. En aquel entonces el prado estaba plantado con las variedades de manzana Morgenduft y Champagner. Con la herencia, la tierra pasó luego a sus dos hijas y desde 2003 soy yo quien gestiona esta superficie. Precisamente esta tradición de “fuerza femenina” me llena de alegría. Estoy convencida de que las mujeres tienen una relación especial con la tierra, con la naturaleza y con sus ritmos.
El prado “Schweigl”, así llamado por su topónimo, está formado por una superficie continua y por ello es muy adecuado para el cultivo ecológico. Para mí, una fruticultura exitosa es la que respeta la naturaleza como “Madre Tierra” y gestiona con responsabilidad y sostenibilidad el suelo que se nos ha confiado.
En 2017 opté por la agricultura ecológica. Ya en la primavera de 2018 sembré franjas de flores en los pasillos de mi nueva plantación de Bonita y me alegré de la explosión de colores de las flores, de los muchos insectos y de las abejas. También la fertilización con estiércol de vaca, que adquiero localmente a otro agricultor, la considero un hermoso ciclo regional. Las nuevas ideas y también las visiones tradicionales encuentran juntas su lugar en el cultivo ecológico. Para mí, la agricultura ecológica aporta alegría y sentido directamente en el campo. Es un bonito reto producir fruta buena y saludable con métodos ecológicos. En los próximos años tendré la tarea de elegir las variedades de manzana que mejor prosperen en ecológico.
Para mí, lo ecológico significa futuro, responsabilidad, diversidad y sostenibilidad – en el sentido de un trato respetuoso con la tierra que se nos ha confiado.