Soy agricultor de pies a cabeza. Desde niño, me ocupaba de nuestras vacas en la granja de mi padre, el “Ganswirtshof”. Limpiaba el establo, alimentaba a los animales y aprendía todo sobre la vida en el campo. Hace más de diez años, mi padre decidió dejar la ganadería y dedicarse exclusivamente al cultivo de frutas. Fue entonces cuando llegó mi gran momento: recibí parte de la finca de mi padre y pude establecer mi propia explotación agrícola.
Después de cuatro años en la escuela secundaria agrícola, mi sed de conocimiento seguía sin saciarse, así que aproveché todas las oportunidades para aprender más sobre la agricultura ecológica. Las conversaciones con amigos agricultores, la información del Servicio de Asesoramiento de Tirol del Sur y las numerosas visitas al campo con expertos me hicieron sentir cada vez más preparado para dar el salto a lo ecológico. Quería entender todo, desde la A hasta la Z, y finalmente me decidí a dar ese paso. Desde un punto de vista económico, los precios en el sector orgánico me parecían más atractivos, aunque al principio mi padre me advirtió que podría sobrecargarme con todo lo relacionado con lo ecológico.
Hoy en día, mi padre también ha comprobado que no he fracasado y que tengo la actitud adecuada para la agricultura ecológica. No me pongo nervioso cuando aparecen algunas plagas y, en lugar de recurrir a tratamientos de inmediato, confío en que, con el tiempo, aparecerán los enemigos naturales que se encargarán del problema a su ritmo. Las plagas que encontramos son las mismas tanto en la agricultura convencional como en la ecológica, y las conozco desde niño. Pero los insectos beneficiosos del cultivo ecológico fueron una sorpresa para mí, y conocerlos se convirtió en un fascinante viaje de aprendizaje. La verdad es que nunca se deja de aprender; siempre descubro algo nuevo, incluso cuando visito los huertos de otros agricultores. Entre nosotros, intercambiamos ideas y ayudamos con las tareas, lo que crea una verdadera cooperación laboral. Juntos, siempre encontramos soluciones. Los agricultores de Val Venosta somos optimistas por naturaleza y no le tememos al trabajo duro. Si se trata de crear las mejores condiciones para la Madre Naturaleza, entonces todo el esfuerzo vale la pena.
Mi padre también ayuda regularmente y ahora está muy contento con mi decisión de cambiar a lo ecológico.
Como baterista aficionado, he aprendido a practicar sobre todo la paciencia conmigo mismo. Se necesita tiempo para aprender cosas nuevas, y es importante saber perdonarse los errores. Lo mismo ocurre con la agricultura ecológica: cuando lo logras, la satisfacción y la alegría se mantienen. Trato de adaptar el ritmo de mi batería al de la naturaleza, porque es ahí donde todo funciona mejor. A veces, una jam session informal con la naturaleza es justo lo que se necesita; de este modo, uno llega a conocer mejor su entorno, y con el tiempo, se forma una verdadera banda exitosa.
Compartir
Los verdaderos amigos comparten todo