Mi historia
En nuestro pequeño huerto a las afueras de Silandro, con vistas al animado río Adigio, crecen manzanos recién plantados de la variedad Royal Gala. Para cultivar con éxito estas crujientes manzanas, cuento con la inestimable ayuda de mis hijas. No menos importante es la contribución de mi yerno, que con sus conocimientos y consejos me apoya en todas las fases del cultivo de las manzanas. Fue él quien nos introdujo en los principios de la agricultura ecológica. Juntos cultivamos la pe-queña parcela a orillas del fresco río Adigio como actividad secundaria, por pasión.
En el huerto, nos tomamos el tiempo necesario para observar exactamente lo que ocurre e interpretarlo. Por este mismo terreno fértil caminaron mis hijas, con sus padres y abuelos cuando aún eran niños, con la misma curiosidad que hoy en día las caracteriza. Ser curioso es una virtud preciosa. El que es curioso no camina despreocupadamente por el manzanar, sino que se pregunta qué está pasando y por qué. La naturaleza está llena de sorpresas y, como agricultor biológico, trabajo mano a mano con el ciclo de la naturaleza.
Es agradable poder seguir visitando el huerto de mis padres. Nos ofrece a mí y a mi familia un maravilloso equilibrio en nuestro día a día. Aunque sea pequeño, requie-re mucho tiempo. Sólo vale la pena si todos los miembros de la familia dan su pleno apoyo. Afortunadamente, esto funciona de maravilla y el pequeño manzanar nos desafía cada día a ser sostenibles, tanto con él como con nosotros mismos. Al igual que aflojamos regularmente la tierra para que esté aireada y viva, aflojamos la vida cotidiana disfrutando de la variedad de nuestro pequeño prado en el Paraíso de las Manzanas de Val Venosta. Estamos contentos con nuestro pequeño huerto de
manzanas.
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