Nuestra finca “Heachgut” en Ciardes puede presumir de un orgulloso pasado. En la Edad Media toda la propiedad estaba bajo la administración del monasterio local, y de aquella época se conserva en perfecto estado un fresco del siglo XII, cuyo contenido clerical está inscrito en la lista de monumentos protegidos de la Oficina de Patrimonio Cultural de Tirol del Sur. Está completamente revestido en madera y encaja maravillosamente en nuestra “stube”.
Mi bisabuelo compró la finca, y hace algunos años yo la heredé de mi padre Erich. Como hijo mayor, continúo la gestión de la propiedad. Todos nuestros frutos son manzanas Royal Gala, salvo algunos Golden Delicious que utilizamos para consumo propio y para elaborar ricos productos de repostería. Nuestros prados se encuentran en parte en el muy seco Sonnenberg del Val Venosta, donde la escasez de agua es algo cotidiano. Al igual que mi padre Erich, doy gran importancia a un riego cuidadoso mediante goteo bien dosificado, todavía hoy con agua procedente del valle de Senales, tal como en tiempos de mi abuelo. Los agricultores, como mi padre, se encargaban personalmente de mantener estos valiosos canales de agua (“Waalwege”) durante kilómetros en la montaña. No recibían un salario directo, sino que su arduo trabajo diario se compensaba con el derecho a adquirir agua para los prados. Con pico y pala, aquellos campesinos eran también verdaderos albañiles de montaña. Probablemente heredé de él esta destreza, ya que yo mismo trabajo a menudo como “constructor” en las montañas de Senales. Nuestra finca también mantiene un fuerte vínculo con estas montañas gracias a algunos derechos en el alpeggio de Penaud a 2.300 m, el más alto de Tirol del Sur, rodeado por los picos de 3.000 m de los Alpes de Ötztal. Estos pocos derechos, incluido el acceso, pertenecen directamente a nuestro Heachgut. Así puedo comprobar en cualquier momento el estado de nuestro suministro de agua: si es cristalina y no está ensuciada por corrimientos de tierra. Una fuente magnífica garantiza normalmente que, gracias a la pureza del agua, ninguna instalación de riego se obstruya.
Mi padre también me enseñó mucho sobre fruticultura y siempre me dejó gran libertad. Pero sé que a veces revisaba en secreto mi trabajo en el manzanal y luego, durante la comida, me daba “consejos espontáneos”. Como si poco antes no hubiera encontrado “casualmente” una mejora que sugerir. Esta ayuda mutua de generación en generación está sin duda en el ADN de nosotros los agricultores del Val Venosta. Sus consejos son sinceros, bien intencionados y valiosos para garantizar la continuidad de nuestra producción de alimentos.
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