La familia noble “von Schmalz” fue, en el siglo XV, propietaria de la finca en Vezzano, cerca de Silandro. Posteriormente, la familia la vendió a los nobles “Froschauer”, de quienes mis antepasados, los “Tappeiner”, compraron la finca en 1664. Desde entonces, nuestra finca lleva más de 350 años en manos de la familia. En casa conservo con orgullo el antiguo contrato de compraventa. El cultivo de manzanas lo inició recién mi padre y hoy lo continúo junto a mi hijo Matthias.
Matthias asistió a la escuela secundaria agrícola de Laimburg. Para él, el esfuerzo adicional que requiere lo ecológico fue durante mucho tiempo un obstáculo. Aunque durante años pensamos en convertirnos, solo los graves daños por granizo de 2017 nos animaron a dar el paso. Juntos superamos dudas como: “¿Sé ya lo suficiente para el ecológico?”. Nos ayudó mucho el intercambio con otros agricultores y las visitas guiadas al campo con expertos. Tomar conciencia de que las plagas siempre llegan antes que los insectos beneficiosos, y que la población de estos últimos tarda en establecerse, es un hecho con el que uno se acostumbra lentamente. Favorecer después sus hábitats para que permanezcan es el siguiente paso.
En nuestro empeño por mantener viva esta agricultura sostenible, mi hijo y yo intercambiamos ideas regularmente. Él aprende de mí, y yo de él. Introdujo el corte en cono durante la poda, aunque yo al principio era escéptico. En la fertilización, en cambio, fui yo quien lo corrigió y moderó su exceso de protagonismo. A veces, cuando digo no a una medida, lo acepta, pero luego acude a su madre e intenta convencerme indirectamente a través de ella de su manera de proceder. Lo ecológico es, simplemente, un asunto de familia, incluso a la hora de decidir qué medidas son útiles y cuáles no. Muy a menudo, en lo ecológico nos encontramos en tierra de nadie. Por ejemplo, notamos que dentro de la misma finca los árboles crecen con vigor muy distinto. Por qué sucede esto lo vamos descubriendo poco a poco. En general, lo ecológico nos obliga a ocuparnos mucho más del suelo y a adaptarnos de forma específica a cada variedad.
¿Cómo mantengo en forma a los distintos árboles? ¿Cómo evito la alternancia entre buenas y malas cosechas a lo largo de los años? Muchas son las preguntas que nos planteamos a diario, aprendiendo constantemente. Esto constituye, probablemente, el núcleo mismo del cultivo ecológico y, junto a mi familia, me entrego con gusto a este proceso de aprendizaje continuo.
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