Cuando asistía a la escuela secundaria agrícola, mi primer contacto con la agricultura ecológica fue todo menos positivo. En clase nos mostraban ejemplos desalentadores: huertos de manzanos infestados de pulgones y hongos de la roya, en condiciones lamentables.
Por suerte, más adelante, como responsable de una gran finca ecológica, viví experiencias muy distintas. En los huertos había un equilibrio armonioso entre plagas y enemigos naturales, y comprobé que también con la agricultura ecológica se pueden obtener cosechas excelentes.
Finalmente, logré convencer a mi padre para cambiar a este método de cultivo más sostenible. En el pequeño pueblo de Plaus, cerca de Naturno, fuimos los primeros en dar el paso hacia lo ecológico.
Nunca me ha avergonzado pedir consejo a los demás para aprender de sus experiencias. He bombardeado con preguntas a numerosos agricultores ecológicos, porque no quería correr riesgos innecesarios en mis propios huertos. Gracias a todos esos consejos y a la información que me compartieron, no hizo falta experimentar a ciegas. Simplemente seleccioné lo más valioso de sus respuestas y, con ello, fui construyendo mi propio conocimiento ecológico.
A pesar de contar con condiciones óptimas, la agricultura ecológica exige tomar decisiones valientes. El uso muy limitado de productos para la protección de cultivos debe ser cuidadosamente planificado, dirigido y, sobre todo, eficaz desde el principio.
Como practico la agricultura como actividad secundaria —mi esposa y yo trabajamos principalmente en el sector sanitario—, necesitamos organizar nuestro tiempo con precisión. Cuando la carga de trabajo aprieta, contamos con la valiosa ayuda de mi padre, que aporta su experiencia de muchos años. Nuestra familia se apoya en muy pocos recolectores para la cosecha y nos autoabastecemos casi por completo con la producción de manzanas. Nos encanta criar a nuestros dos hijos en un entorno natural, rodeados de gallinas, cerdos y ovejas enanas.
Para compaginar nuestras profesiones con la agricultura, madrugamos cada día, y mis padres colaboran encantados en las tareas del campo. El trabajo al aire libre, en plena naturaleza, es el complemento perfecto a la agitada vida profesional; es mi ancla, igual que mi pasión por la caza.
En el valle alpino de Venosta, la manzana es la reina y cada día 1.600 agricultores trabajan con esmero por su cultivo. Pero no solo nosotros disfrutamos del clima alpino: también ciervos y corzos encuentran aquí un hogar… y a veces, se vuelven demasiado numerosos.
Para el futuro, nuestra familia está pensando en construir algunas casas de vacaciones en el Gartnerhof, para que los huéspedes interesados también puedan experimentar la belleza de nuestro valle.
Aquí, en el valle Venosta, las manzanas pueden contener trazas de aire fresco de montaña, y eso las hace tan populares entre los habitantes de la ciudad.
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