En el cultivo de manzanas soy un tradicionalista del Val Venosta, lo que significa que también en lo ecológico confío plenamente en los clásicos: Golden Delicious, Red Delicious y Gala. Estoy convencido de que estas variedades prosperan mejor que todas las demás en mis parcelas a más de 800 metros en Tarres. Hace más de 20 años heredé la finca de mi tío, entonces sin ninguna experiencia y mucho más fascinado por los caballos que por las manzanas. Pero el amor por la manzana no tardó en llegar y con los años me fue atrapando cada vez más. Desde que soy agricultor biológico a tiempo completo, toda la familia cabalga esta ola sostenible. Y la gran pasión por los caballos ha seguido siendo parte integrante de la vida cotidiana en el Siglgut: haflingers, árabes y un poni. Mi hija Elisa es especialista formada en la cría y cuidado de estos nobles animales. Da clases individuales para principiantes y vive su trabajo con plena dedicación.
Además del cultivo de fruta, gestionamos también alojamiento rural con cuatro apartamentos decorados con cariño, situados junto a la casa de mi familia de 600 años de antigüedad y protegida como patrimonio. Estamos abiertos todo el año y siempre nos tomamos tiempo para conversar con nuestros huéspedes. Mi esposa Brigitte y nuestras tres hijas, Tanja, Marilena y Elisa, al igual que yo, están fascinadas por el hecho de que en lo ecológico uno aprende cada día algo nuevo y puede transmitir este saber. No tengo hijo varón, pero no es un gran problema: con tres hijas, los chicos llegan solos. Así que el novio de Elisa, mi futuro yerno, ya es muy activo en la finca. Siempre hay mucho trabajo: las gallinas hay que cuidarlas y protegerlas del zorro, si no lo hacen ya los caballos. Los caballos se alimentan con heno ecológico, las gallinas reciben harina bio con buenos minerales, el campo de albaricoques y los manzanares quieren ser observados y cuidados, y la curiosidad de los huéspedes satisfecha.
Por la noche puede suceder que nos visite el simpático lirón (en dialecto del Val Venosta “Glair”), que gusta de mordisquear nuestra fruta. Con sus grandes ojos parece tan inocente que nunca se le puede tener rencor. Además, ¿quién podría culparlo? Él también sabe que las manzanas del Val Venosta son realmente deliciosas.
Compartir
Los verdaderos amigos comparten todo