Mi historia
Magdalena, ¿nos presentas brevemente vuestra finca?
En nuestra finca Befehlhof en Vetzan nos dedicamos al cultivo de fruta y viñedos. En los viñedos de 1,3 hectáreas cultivamos variedades como Riesling, Pinot Blanco, Pinot Noir, Zweigelt y la antigua variedad local Fraueler, con las que elaboramos vinos ecológicos. También cultivamos peras y tenemos un castañar que, aunque tiene un papel menor en la producción, marca el carácter del paisaje. Porque nosotras y nosotros, como agricultores, no solo producimos alimentos: también damos forma al paisaje.
¿Considerarías otra forma de cultivo distinta al ecológico?
Para mí, lo ecológico es la única forma sensata de cultivar. Funciona realmente solo si se cree en ello: no es solo un tipo de agricultura, es un modo de vida. Con prácticas sostenibles se puede obtener una buena producción: ciertas plagas o problemas no aparecen en nuestros cultivos. Además, el microclima del Vinschgau es ideal para la agricultura ecológica.
¿En qué te fijas especialmente en tu cultivo?
Cuanto menos intervengamos en el ciclo natural, menos alteramos el equilibrio ecológico. Cada cambio en el sistema trae sus consecuencias. Nosotros somos observadores y acompañantes, no los que lo imponen todo: al final, es la naturaleza la que marca las reglas. Debemos comprender profundamente las interrelaciones. Podemos guiar con atención, pero un manzano o una vid no se puede forzar a ser algo que no son. La naturaleza nos dice lo que necesita: nuestra tarea es percibirlo, responder y acompañarla.
¿Cuáles son tus objetivos como agricultora ecológica y vitivinicultora?
La biodiversidad es una prioridad para mí. Promuevo la diversidad en el cultivo, tanto para romper monocultivos como para reducir plagas. Además, apoyo mucho la colaboración regional: me importan la comercialización local y el intercambio con otras explotaciones ecológicas.