Crecí en la granja de mis padres, el Kartheingut en Tschars, donde disfruté de la vida en el campo desde pequeña. Mi abuela tenía ovejas y vacas, y la familia cultivaba cereales. En el jardín, crecían variedades antiguas de manzanas, como la Champagner y la Lederer.
De las historias que me contaban, recuerdo que nuestras manzanas se vendían a Rusia por transporte ferroviario, y por cada kilogramo recibíamos alrededor de 1.000 liras.
Después de la escuela secundaria, me mudé a Viena para estudiar Filología Germánica. La agricultura se fue alejando poco a poco de mi vida, y mientras tanto, mis padres seguían gestionando la granja con éxito, utilizando la agricultura integrada. No fue hasta varios años después, viviendo en Viena, que empecé a sentir una cierta nostalgia. Cuando llegó la gran pregunta sobre el futuro de la granja, no dudé mucho en la respuesta.
Mi padre ya no esperaba que tomara las riendas, pero yo sí quería dar ese paso. Peter, mi marido, me apoyó totalmente en mi decisión de dedicarme a la agricultura a tiempo completo. Cuando tomé la granja de mi padre en 2017, se alegró mucho de que la tradición agrícola pudiera continuar en la cuarta generación. Mi lema era "todo o nada", así que decidí desde el principio apostar por la agricultura ecológica. Me centré especialmente en variedades de manzanas rojas, como la Royal Gala y la Red Delicious, y también comencé a cultivar algunas verduras, para no depender únicamente de las manzanas.
Me encantan nuestras deliciosas variedades de manzanas Val Venosta, que maduran maravillosamente en esta hermosa región del Alto Adige. Sin embargo, quería crear un pilar adicional con el cultivo de verduras. Las verduras me permiten reaccionar más rápidamente a los cambios climáticos imprevistos que las manzanas, y este pilar me da una sensación de flexibilidad y seguridad. Como empresa agrícola certificada por Bioland, en el Kathreingut también valoramos mucho la diversidad.
Mi marido y yo cultivamos kaki, kiwis, ciruelas y peras. Nuestro hijo Mattis, que aún está en edad preescolar, ya sabe cuándo las manzanas están maduras y todo el trabajo que implica que eso ocurra. De niña, ya había aprendido mucho sobre el cultivo de frutas, mientras que mi marido era un principiante absoluto con las manzanas, pero tenía bastante experiencia con las verduras. Por eso, nos complementamos perfectamente en este sentido.
Mi padre ha sabido dejar espacio para el cambio generacional y me ha dado toda la libertad en la granja. Nos observa con curiosidad y siempre está dispuesto a darnos consejos. Al principio, tuvo algunas noches de insomnio, pero siempre confió en mí, y me siento feliz de no haber defraudado su confianza, sino de haberme consolidado en el arte de la agricultura ecológica. Las manzanas que vendemos a través de nuestra cooperativa, y las verduras de nuestra pequeña huerta que vendemos directamente desde la granja, nos llenan de alegría.
www.kartheingut.it
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