Para mi familia y para mí, lo ecológico es versatilidad vivida. Esto ya se refleja en las diferentes ubicaciones de nuestros manzanales, cada uno con un aspecto distinto: mientras cultivo Golden Delicious, Red Delicious, Royal Gala, Topaz y las nuevas Kissabel en los prados de Corces, cerca de Silandro, en una ladera empinada orientada al norte del valle de Val Venosta, las variedades Bonita, Golden Delicious y Red Delicious crecen en una ladera empinada orientada al sur.
Las fincas en laderas muy inclinadas requieren mucho trabajo, ya que no se puede utilizar el tractor – lo que significa mucho trabajo manual. El tiempo que se invierte en estos terrenos no debe ni puede cuantificarse económicamente; las cuentas nunca saldrían. Hay que hacerlo simplemente porque se quiere. Y a nosotros nos gusta: mi esposa Renate, mis dos hijos Andreas y Manuel, y yo.
Las terrazas donde crecen nuestras manzanas están marcadas por muros de piedra seca centenarios, junto a castañares. En verano, estos muros ardientes están adornados con cerezos silvestres y arbustos, que ofrecen sombra y refugio a muchos insectos beneficiosos. Además de los setos naturales, junto con mi hijo he instalado hoteles para insectos, cajas nido para aves e incluso altos posaderos para busardos, que se alimentan de ratones que atacan el sensible sistema radicular de nuestros manzanos. Especialmente los árboles jóvenes de 2–3 años, con raíces aún débiles, no soportan este daño y mueren si los ratones se exceden.
En la finca ecológica Gruber, la fertilización se realiza con purines de ortiga y materia orgánica como estiércol, compost o acolchado (hierba cortada del propio manzanal). Nuestro estiércol proviene de un amigo pastor de ovejas y en parte también de nuestras gallinas, que deambulan libremente por un prado, comiendo la hierba bajo los árboles, escarbando con fuerza en los pasillos y aireando el suelo. Un gallo dominante las mantiene disciplinadas hasta que el valioso trabajo está terminado.
En medio de un prado hemos creado un estanque – nuestra forma de agradecer a la naturaleza, que cada año nos da tanto. Este estanque y las cercanas acequias se llenan en primavera con el agua de deshielo de las montañas y ofrecen hábitat a innumerables especies. Aportan gran alegría a nuestra pequeña explotación familiar y son parte esencial de nuestra convivencia armoniosa con la naturaleza. Sobre todo, nos permiten producir con gran satisfacción el maravilloso alimento que es la manzana – aquí, en el paraíso de las manzanas del Val Venosta.
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