Mi historia
Probablemente no haya nada más fascinante que los alimentos. Y lo es aún más cuando uno mismo los produce. Como docente en la Universidad Libre de Bolzano, la entomología es uno de mis campos de investigación. Los insectos, con toda su vitalidad, desempeñan también un papel esencial en nuestros manzanares de Plaus. Los prados pertenecen al “Reaslerhof”, que desde hace mucho tiempo está en manos de mi familia y cuyo nombre puede derivar de las rosas o bien de los “caballos” que había en la finca.
Desde que mi esposa Tanja y yo gestionamos los prados del “Reaslerhof” según los principios de la agricultura ecológica, las avispas parasitoides y compañía están más que nunca en el centro de mi labor diaria como investigador y ahora también como agricultor ecológico.
Nuestros manzanos de las variedades Gala y Golden Delicious, así como los más jóvenes de la variedad Bonita, están al cuidado de nuestro encargado, con quien nos intercambiamos impresiones casi a diario. Sin embargo, muchos de los trabajos en el huerto los realizo yo mismo, lo que constituye un valioso contrapeso práctico a la teoría universitaria.
Nuestros dos hijos, Flora y Johann, están aún en edad preescolar, demasiado pequeños para entender por qué hacemos siembras o por qué los agricultores clasificamos a los insectos como beneficiosos o dañinos. Lo que sí pueden admirar ya son los magníficos colores de las franjas floridas entre las hileras de manzanos: flores y gramíneas que ofrecen alimento delicioso a muchos insectos poco comunes. Para ellos, la pradera es todavía un parque de juegos lleno de seres pequeños y grandes, y las manzanas son, en sus ojos, apenas actores secundarios. Ya espero con ilusión el momento en que comprendan las conexiones en el huerto y nos ayuden a fomentar el equilibrio natural entre los insectos. Entonces compartirán con sus padres la alegría de producir manzanas ecológicas, sanas y sabrosas, en cuya historia los insectos vivaces desempeñan un papel decisivo. Los superhéroes del suelo son mucho más pequeños que los dos caballos haflinger del “Reaslerhof”, pero desde luego son mucho más incansables.